Matan Torah

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Por veintiséis generaciones, desde la creación de Adám, HaShem había esperado transmitir a la humanidad la preciosa Torá la cual había precedido la creación del universo. Finalmente, El encontró un pueblo dispuesto a aceptarla. El grandioso momento de su Revelación fue aguardado ansiosamente por el universo íntegro puesto que con ello se llevaría a cabo el objetivo espiritual de la Creación.

El pueblo Judío que estaba reunido al pie de Har Sinai, hombres y mujeres separadamente, fueron unidos por todas las millones de almas no nacidas aún de sus descendientes y por las almas de todos los guerim (conversos) quienes aceptarían la Torá en generaciones futuras. Cuando HaShem descendió sobre Har Sinai en un estallido de fuego, rodeado por una multitud de 22000 ángeles, la tierra se estremeció, y hubo tronar y relampagueo.

Los Benei Israel oyeron el sonido de un shofar tornándose continuamente más fuerte, creciendo en intensidad hasta que alcanzó el más grande volumen que las personas podían soportar con posibilidad. El fuego de Har Sinai se elevó hasta los mismos cielos, y la montaña humeó como una caldera. El pueblo tembló de miedo.


En ocasión de matán Torá, los Benei Israel no sólo escucharon la Voz de HaShem sino realmente vieron las ondas sonoras como ellas emergieron de la boca de HaShem. Las visualizaron como una ardiente sustancia. Cada Mandamiento que partió de la boca de HaShem viajó alrededor del Campamento íntegro y luego regresó a todo Judío individualmente, preguntándole, “¿Aceptas sobre ti mismo este Mandamiento con todas las halajot (leyes) pertinentes a él?” Todo Judío respondió, “Sí,” después de cada Mandamiento.

Finalmente, la ardiente sustancia que ellos vieron, se grabó ella misma sobre las lujot. A pesar de que los Benei Israel habían solicitado ver la Gloria de HaShem y escuchar Su Voz, sus almas partieron de sus cuerpos cuando realmente experimentaron la Revelación. La Voz de HaShem resplandeció con tal fuerza que quebró árboles de cedro, hizo estremecer montañas, causó que las ciervas dieran a luz del shock, y descortezó dejando pelados bosques enteros.


Los Benei Israel no experimentaron el impacto total de la Voz Divina. Más bien, cada individuo la percibió de acuerdo con su inimitable capacidad para experimentar la shejiná (Presencia Divina). No obstante, ellos murieron después de cada Mandamiento dado que su nivel de profecía realmente excedió sus poderes de percepción. La Torá misma suplicó a HaShem restituir vida a los Benei Israel, argumentando, “¿Cómo puede el universo estar feliz al recibir la Torá si tus hijos mueren en el proceso? ¿Es una causa para regocijarse si el rey que casó a su hija al mismo tiempo mata a los miembros de su casa?”


HaShem entonces salpicó el Rocío del Renacimiento sobre los Benei Israel. Este fue el mismo Rocío con el cual El resucitará a los muertos en tiempos futuros. Los Benei Israel, no obstante, todavía se sintieron débiles del shock que ellos habían experimentado. HaShem por consiguiente llenó el aire con la fragancia de especias, y ellos se recuperaron. No obstante, su temor de la Voz de HaShem fue tan grande que apresuradamente huyeron al fin del Campamento, una distancia de doce mil (aproximadamente 1450 m.). Los ángeles de Hashem tuvieron que transportarlos de regreso a sus posiciones anteriores al pie del Har Sinai para escuchar el próximo Mandamiento.
Después de los dos primeros Mandamientos, los Benei Israel estaban tan asustados que rogaron a Moshé transmitir el resto de los Mandamientos preferentemente a escuchar la Voz de HaShem otra vez.

A pesar de que HaShem había sabido de antemano que los Benei Israel no serían capaces de sobrevivir al escuchar Su Voz, El no obstante concedió su pedido original de escucharlo a El. El no quería que K’lal Israel alegara en el futuro, “¡Si sólo El nos hubiera concedido una Revelación directa, nosotros nunca hubiéramos servido ídolos!”

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